Las ideas persisten. La angustia explota. Y la mente duda. Hoy quiero hablar con ustedes de una verdad incongruente, que como tal se ha vuelto un silencio a voces: la mayoría de los niños y jóvenes ahora en México están muriendo por una razón insípida e inaceptable: están deprimidos. Y yo les digo que entre todas las cosas de las que un niño debería sufrir, y de las que nosotros estamos encargados de sanar, la depresión es la más perturbadora falla de nuestra sociedad. ¿Por qué? Porque no sabemos identificarlo ni solucionarlo, y lo aislamos pensando que eso nunca va a pasar cerca de nosotros. Muchos piensan que sus hijos no necesitan ayuda, muchos piensan que son emociones pasajeras. Pero hay una diferencia muy grande entre un niño o joven malhumorado y uno deprimido. Y una línea muy fina entre hacerles ver sus errores y dejarlos solos. Yo no me voy a centrar en las interminables causas por las que ellos se autodestruyen: éstas ocupan un rango de posibilidades, desde la más irrazonable hasta la más defendible. No estoy pidiendo que los padres dejen de trabajar; las familias necesitan sustento. No estoy pidiendo atención exagerada y supervisión a todas horas; los jóvenes necesitan conocer el mundo. Pero necesitan conocerlo con la frente en alto, con un “me caigo y me vuelvo a levantar”. El gobierno debe apoyar con los actuales y casi inexistentes centros de ayuda psicológica, pero no están con ellos desde que nacieron, no los han visto crecer, y jamás podrán ser para ellos padres, hermanos, sangre de su sangre.
Mi propuesta es ésta. Padres: empiecen en la niñez. ¿A qué punto hemos llegado para que una baja calificación, la ruptura de una relación amorosa, o los fracasos en la realización de nuestras metas, nos lleven a drogarnos, a lastimarnos, a desistir de la vida? Amen a sus hijos y enséñenles a ser fuertes. En el trabajo, en la calle, en la casa, piensen en ellos. El simple hecho de tenerlos en su corazón es el primer paso para interesarse y volverlos mejores personas. Les digo ahora que si un niño recibe valores sólidos, recibe cariño y comprensión, pero también recibe lecciones de vida, pláticas e integridad en su casa, el 95 % de los casos de depresión que se originan en la niñez desaparecerán. Si la depresión se origina en la desintegración y falta de un eje, todos en la familia deben auto examinarse. Si la depresión es ya un problema psicológico, el niño debe recibir atención. Mostremos que nos interesa, informémonos y hagamos valer nuestros derechos con grupos de apoyo, grupos de coacción, promoción de la unidad familiar y un freno a la ignorancia con pláticas en escuelas. “Esparzamos el chisme” sobre los niños y jóvenes tristes: entre más sepan, más se interesarán.
Platiquemos, prioricemos, exijamos nuestros derechos. Si la sociedad, si nosotros y nuestra descendencia deseamos un mundo feliz, ¿qué puede detenernos? ¿La política? ¿La falta de fondos? Yo sueño con mujeres y hombres fuertes, con padres de vocación y queridos hermanos. Nos veo con el alma abierta, con un mundo, no utópico, pero desafiante y excitante a la vez, que no atemorice ni a la inocencia ni a la juventud, sino que logre un mejor México, un México de esperanza.
Fanny Esquivel
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